19 julio 2006

1976 - 19 de julio - 2006


El Comandante Mario Roberto Santucho vive. Cayó combatiendo. El Comandante no nos mira desde una estrella ni ascendió a ningún cielo. Está todavía acá, entre las multitudes que insisten, insisten.

El Comandante Mario Roberto Santucho no está. Sepámoslo. Está aquí, porque jamás se fue. Su imagen generosa se incrustó en la historia de los hombres. Su ausencia vertiginosa es una presencia que es una ausencia. Vertiginosa ausencia. Aquí, allá, no sabemos dónde exactamente, pero sentimos que no pudo irse, que se hizo carne en el aire.

El Comandante es entrañablemente nuestro, y es también de mucha gente que no lo conoce y que jamás ha oído hablar de él. Quizás también el Comandante sea secretamente de mucha gente que no comprende pero que quiere y persigue y siente que hay algo que no encaja, algo que está mal.

El Comandante cayó y con él cayó la Argentina y con él cayó el hambre y la miseria y miles de familias obreras y miles de sueños deshechos. Hay algo llamado buen combate. El Comandante cayó combatiendo. Frente a la miserable miseria y la prudente prudencia y el cínico cinismo de los previsibles previsibles, aquí hay una prueba de que el mundo podría ser un lugar para compartir el pan y el sol y el arte en vez de compartir esta calculada desesperación.

Hay un afecto inexplicable que es el de la distancia justa. Repetir hasta la victoria siempre o simplemente presente o adiós Comandante. Yo prefiero nada más imaginar que le digo algo. No sé qué. No importa
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