20 diciembre 2005

¡¡Cuidado que se viene el zurdaje, Monona!!


I - ¡¡Alegría alegría!!

Como ganó Evo Morales en Bolivia, los analistas son unánimes: ¡tenemos un montón de gobiernos de "izquierda" en Latinoamérica! (¡iupiii!). Podemos completar con Chávez, Kirchner y Lula el cuarteto de gobiernos "izquierdistas" que hacen huir despavorida a Doña Rosa.

Lo que nadie dice es que llamar "izquierdistas" a estos gobiernos es la trampa del Pensamiento Único bajo el cual estamos todos aplastados sin poder mover ni media neurona.

El Pensamiento Único es la nueva forma de sutil dictadura a la que estamos sujetos, y según la cual podemos elegir un presidente, podemos elegir un parlamento, y podemos elegir un concejal. Lo que no podemos de ninguna manera, oh tercermundianos, es cambiar nada que moleste a quienes tienen la manija. El que elijamos deberá ejecutar políticas ya cocinaditas dentro de un sistema ya predeterminado por… bueno, por los que tienen la manija, claro.

Por eso es que hoy hablar de política nos suena a paja irrealizable: simplemente hemos internalizado que "no podemos" cambiar nada a cierto nivel. Nos dirigimos entonces a "lo concreto": el semáforo, el bache, el precio del cable, la asistencia social. Y ni siquiera ahí tenemos demasiado éxito.

Y también por eso hoy "izquierda" quiere decir un discurso, una declaración de buenas intenciones y una actitud ante el pasado. Pero lo que de ninguna manera quiere decir "izquierda" hoy es nada parecido a desmantelar el capitalismo. De eso ni hablar, amiguitos.

Ni Kirchner, Ni Lula, ni siquiera el cuco Chávez han tocado una sola de las bases del sistema capitalista. Se han limitado a quitarle algo de poder político a las clases altas para negociar con el imperio algunas condiciones y congelar la catástrofe (aunque casi sin revertir los efectos) a la que fueron llevados esos países por el neoliberalismo ultracorrupto.

Todo esto cuenta con el apoyo tácito (aunque a regañadiantes y por eso inestable) de las grandes burguesías locales.

II - ¿Y por qué, se puede saber?

La razón es simple: no es casualidad que todos estos gobiernos vengan luego del desastre que produjo el neoliberalismo más podrido: Venezuela optó por Chávez luego de la desesperación en la que fue sumida por Carlos Andrés Pérez, caracazo incluido; Brasil eligió a Lula luego de los desmanes de Collor de Mello, Argentina trató de cambiar luego de la desgracia combinada de El Innombrable + El Incompetente y Bolivia trata de sacar la cabeza del lodazal en el que la metió el otro brillante primermundista Sanchez de Losada.

En todas estas gestiones el denominador común ha sido: privatizaciones + corrupción + fractura social agrandada hasta límites inconcebibles + represión y muerte. Los presidentes que llevaron adelante estas políticas pueden ser catalogados todos como simples delincuentes: su prontuario es superior al de los más encumbrados chorros internacionales.

Estas políticas llevaron a nuestros países a un abismo tal que la propia gran burguesía – algo inquieta frente a las consecuencias del proyecto impuesto por su sector más inescrupuloso – toleró de alguna forma la aparición de estos políticos "izquierdistas" para estabilizar mínimamente la situación y evitar un enfrentamiento abierto frente a pueblos que buscan desesperadamente una salida.

En este contexto "estabilizar" significa que el estado ponga un poco de orden entre los actores en conflicto (además, claro está, de pagar los costos a los sectores de la burguesía que hayan salido perdiendo, como el caso de los bancos en Argentina, indemnizados por la pesificación).

El festival de rapiña capitalista sin freno de los ’90 dejó ruinas sobre las que ya era imposible montar un mercado mínimamente previsible. Los gobiernos de "izquierda" que se avecinan vienen justamente a intentar rehacer el escenario: si la gestión neoliberal lleva la dinámica del capitalismo a una velocidad frenética, la gestión "izquierdista" viene a ralentar, a poner límites y un cierto orden, pero la dirección de ambos movimientos es exactamente la misma.

III - Dónde estamos parados

Vivimos una etapa en la cual el capitalismo se ha vuelto esencialmente destructivo, al punto que tiende a socavar sus propias bases. Es por eso que las burguesías con más experiencia del capitalismo más antiguo (Europa, Canadá, en menor medida EEUU) sostienen esos límites en forma más o menos permanente. En cambio en la periferia las sacudidas son mucho más violentas debido a que los países imperialistas "exportan" sus propios ciclos de crisis.

Estamos pues entrampados entre una derecha bestial, salvaje y sin límites y una "izquierda" que no es tal. El Pensamiento Único propone (en realidad dispone): con vaselina o sin (perdonen Uds. la metáfora un tanto soez, pero menos que la realidad). Llamar "izquierda" a estos gobiernos no es más que una muestra de nuestra impotencia.

IV - Pensar no está tan mal

¿Qué se puede hacer? ¿Cuál es la alternativa?

Una de las cosas que podemos empezar a hacer es rechazar la prostitución del lenguaje. Ni Chávez, ni Lula, ni Kirchner, ni Morales son izquierda alguna. Y tampoco son la alternativa a nada. No piensan socializar ni una máquina de hacer caramelos, ni son capaces de acabar con la miseria. Aquí el proletariado y los pobres siguen dibujados.

Lo más que podemos esperar de ellos es un margen de negociación un poco más favorable frente al imperio (siempre que logren apoyarse en sectores de la burguesía interesados en hacerlo), una contención de los aspectos más grotescos producidos por la última ola neoliberal (pero jamás una recuperación del nivel de vida a los niveles anteriores, hay que olvidarse de eso, y lo sabemos) y una retórica sentimental cargada de promesas / deseos / esperanzas y tardías reivindicaciones del pasado destinada a convertirse exactamente en eso: retórica.

En los casos más extremos y si es necesario se agitará una atrevida simbología: aquí caben fotos del Che, ex setentistas reciclados y cantitos en nombre del socialismo mientras se paga la deuda externa y se respetan los acuerdos con los pulpos transnacionales de manera religiosa. Hay gente que piensa que eso es ser de "izquierda". Mi recomendación: no compre.

V - El sostén

Lo que sostiene a estos gobiernos es la indecisión del gran capital para determinar cuándo el mercado y la sociedad estarán lo suficientemente "estabilizados" como para dar el próximo golpe de mercado, y como en todo hay matices: los sectores del capital más aventurero quieren romper todo ya y recomenzar la fiesta enseguida, mientras que hay otros que llaman a la mesura y a esperar un poco más el momento en que las bases que sostienen estos gobiernos se debiliten y las empresas mejor gestionadas sean más apetecibles.

Por eso esta gestión es frágil y temporaria, la propia gran burguesía que les cede a su pesar el control político está impaciente por volver a aplicar la recetita neoliberal que ya conocemos.

Las bases populares que apoyan a estos gobiernos lo hacen por una mezcla de miedo a la derecha salvaje y falta de confianza en sí mismas para gestionar el poder: una esperanza / desesperanza combinadas entre la capacidad de obtener mejoras por la vía de la negociación con el imperio y la propia capacidad para imponer un poder alternativo. La durísima derrota de los ’70 todavía pasa factura.

Cualquier analista puede ver que en Bolivia, donde la fractura social es inmensa, Morales tiene poco margen para optar. El desaliento de los más pobres los lleva a intentar la vía democrática impulsando a líderes que los defiendan de los explotadores. Pero el capitalismo es cada día más intransigente y agresivo, dejando cada vez menos margen de maniobra.

De los cuatro mencionados Chávez es el más audaz, dado que su posición es más sólida gracias al commodity petrolero. Kirchner lucha en vano para convencer a una clase capitalista ignorante y asesina que tiene que colaborar en un proyecto “nacional” y Lula ya hace rato ha demostrado que es más de lo mismo. Morales está ante un conflicto tan agudo que lo que sea que haga no podrá satisfacer a las dos partes en pugna.

Ninguno de ellos es eterno.

VI - ¿Tonce qué hacemo?

Me dirán: "¡Pero viejo, Ud. es un extremista, un rojo del '17, para Ud. es todo o nada! ¿Me va a decir que acaso estos gobiernos no mejoraron algo?".

Además de darle la razón, lo que modestamente pienso es que sí, han mejorado cosas y es necesario defenderlos de los ataques de la derecha peluda. Pero es peligroso creer que pueden sostenerse indefinidamente: están haciendo equilibrio entre intereses contrapuestos y el conflicto no se pude ignorar.

Hay que empujar para "aquel" lado todo lo que se pueda, los trabajadores tienen que mantener su movilización y su independencia política, lo que quiere decir: no resignarse y tratar de tomar el poder. Porque el gran capital va a hacer lo mismo más temprano que tarde, va a aprovechar (y a provocar) el desgaste de este molesto impasse y va a lanzarse de lleno cuando la "izquierda" controlada por él mismo agote su ciclo.

La molesta lucha de clases sigue viva, Karlitos querido.

01 diciembre 2005

Pequeño estudio sobre la Clase Media (o: de la importancia de la corbata en el mantenimiento del orden social)


I) ¿Clase Media?

Me parece que la expresión "clase media" da a entender que existiría una clase social equidistante, que no sería ni alta ni baja, poseedora ni desposeída y casi que no sería explotadora ni explotada. Un jamón del sandwich vertical entre el pan misérrimo y el pan opulento, digo yo en un alarde metafórico que me haría perder cualquier concurso de poesía.

Pero si se acerca un poco la lupa, se ve que bajo la denominación "clase media" se amuchan desde personas que pueden considerarse privilegiadas hasta gente en un estado de franca desesperación. Así que la "clase media" en realidad es una muletilla para hablar de una multitud de situaciones bien diferentes

Argentino curtido, disculpen ustedes, uno empieza a desconfiar: ¿por qué el mismo paraguas cobija a realidades materiales tan distintas como la de un cadete que cobra 600 pesos en negro y un gerente que cobra varias veces más?

II) El Pequebú: manual de uso

La definición de qué es una clase social y cómo encuadrarla es un tema que bien merece un estudio aparte. Bástenos simplemente aceptar por ahora un hecho que creo es irrefutable: en países de la periferia como la Argentina, la denominación "clase media" incluye a individuos que están, si no en la mishiadura total, seriamente amenazados por ella; o al menos incómodos y con un futuro incierto. Este es el sector que más me interesa, y que podemos llamar (gracias Karlitos) pequeña burguesía con diversos grados de desesperación (Muy Alto, Altísimo, Crisis de Nervios, Apatía Total, Todo Junto).

Ahora bien, dado que objetivamente esta porción de la sociedad está explotada / postergada / amenazada, no cabe duda de que constituye un peligro para el gran capital, una falla o zona débil del tejido social en la cual se agrupa – al ritmo de la crisis – cada vez más gente.

Por eso es necesario a toda costa mantenerla fiel al mismo sistema que la aplasta, ¿cómo? Bueno, las técnicas son varias. Observemos lo que hay en el...

III) Márketing social

a) La diferencia, o "¡A mi no me va a comparar..!"

En primer lugar se debe inculcar el sentido de la diferencia: la diferencia entre su estado y el del resto de los trabajadores y los marginados. Este sentido de la diferencia es notable en el pequeño burgués. Expresiones despectivas como "negro", "cabeza" y "villero" son bastante más típicas de gente que no vive en la opulencia.

b) El miedo o "Pero si yo estoy en otra…"

En este sentido de la diferencia participa también otro elemento muy presente: el miedo. Uno de los miedos más fuertes del pequeño burgués es el de caer en ese temido estado de marginación. Con lo cual su sentido de la diferencia con los "negros" cobra una gran importancia como escudo psicológico. Aceptar que puede uno convertirse de oficinista en cartonero es demasiado amenazante, con lo cual se abre paso una explicación tranquilizadora: "ellos son fundamentalmente diferentes", "no laburan", etc. son frases que denotan una forma de seguir viviendo en cierta clase de orden incluyente. De hecho el racismo, las teorías de superioridad genética del nazismo, etc. no son otra cosa que una variante exacerbada de esta necesidad del pequeño burgués de sentirse por encima de la realidad, combatiendo la evidencia de pertenecer a un estrato social bajo con la certeza "científica" de ser biológicamente superior.

c) La cultura o "Somos del mismo palo"

Los medios de comunicación y la cultura hacen mucho por reforzar esta barrera: la clase media se pone corbata para trabajar. La corbata es una prenda que la gran burguesía usa cuando tiene que tratar negocios y cuando acude a un evento importante. Es necesario que el pequeño burgués sienta que al hacer su trabajo de media o baja calificación está haciendo algo que requiere de la misma "presencia" que los grandes negocios. Así el contador, el cadete, el empleado bancario o de comercio, comparten la ideología, los valores y hasta la apariencia del capitalista que lo exprime. Esto tiene un efecto de integración psicológica no menor.

IV) Integrame que me gusta

Pero ¿por qué tanta preocupación por la "integración"? Se trata de algo muy importante: desde el punto de vista objetivo y material el pequeño burgués está muchísimo más cerca del obrero que del gran capitalista. Vive de un salario las más de las veces bajo, hace un trabajo repetitivo y monótono que generalmente no le gusta, está desamparado frente a las grandes crisis del sistema capitalista. Desde el punto de vista de sus intereses reales el pequeño burgués está muy necesitado de salud y educación públicas de calidad, seguridad social, sindicatos que defiendan sus derechos de trabajador, precios razonables, etc.

Esta comunidad objetiva de intereses reales que tiene el pequeño burgués desesperado con las clases postergadas es lo que lo vuelve peligroso: la unión de ambas clases contra el gran capital es un escenario más temido por el Poder de lo que se cree.

La separación entre el pequeño burgués y el proletariado se logra además por medio de otros miedos. Ante cualquier disturbio o peligro de descontento social generalizado, los medios enseguida identifican a las clases más bajas como peligrosas y amenazantes no sólo contra el gran capital sino también contra el pequeño burgués, y así se insta a la pequeña burguesía a quedarse en sus casas y conservar lo poco que tiene. Durante la efervescencia del corralito y el calor de las manifestaciones en 2001 los medios, encabezados por Radio 10, se empeñaron a fondo en una campaña de terror mediático denunciando imaginarias hordas de saqueadores provenientes de los sectores más pobres del conurbano, llegando a describir inexistentes escenas de saqueos de casas particulares, robos, etc. Lo importante era evitar que la clase media enfurecida volviera su cabeza contra el gran capital y tenerla encerrada hasta que la tormenta pasara y el pueblo perdiera la iniciativa.

V) No sé lo que quiero, pero lo quiero ya

El pequeño burgués es voluble porque su realidad material es inestable y contradictoria. Tan pronto pide mano dura en las calles como apedrea los bancos que robaron sus ahorros, desprecia los subsidios que se otorgan a los más pobres pero vive esperando el aguinaldo, se queja contra un orden social injusto y aún así teme perder lo poco que ese orden le da. Sus opiniones políticas tienen poco sustento y son contradictorias: en un momento parece un fascista, pero suele entrar en razones ante un planteo inteligente (para olvidarse al minuto siguiente). Odia en el proletariado aquello en lo que teme caer, y ama en el gran capitalista aquello a lo que aspira, pero esto puede darse vuelta en cualquier momento ya que el pequeño burgués se siente oprimido, esquilmado y estafado constantemente. Y un día puede efectivamente cansarse.

Durante la crisis del corralito (un golpe directo del gran capital a la pequeña burguesía), la clase media mostró hasta qué punto la obsesiona la idea de estar integrada: las consignas nacidas de las calles porteñas demandaban constantemente Justicia, Ley, Respeto al Derecho, Decencia, Basta de Corrupción y Restitución de Nuestros Legítimos Ahorros, todo acompañado de banderitas, escarapelas y un patrotismo casi escolar. Todos estos conceptos que para un pobre asumido hace rato son letra muerta, para el pequeño burgués son la esencia misma de su estabilidad psicológica.

VI) La izquierda bien, gracias.

La izquierda política se movió de manera muy torpe durante la crisis del corralito, respondiendo al mismo modelo clientelista de un partido burgués. Otros se preguntaban si era justo apoyar reclamos esencialmente egoístas. Lo cierto es que esa discusión es banal: no hay interés que no sea egoísta, incluso legítimamente egoísta. Sin ir más lejos el proletariado no se alza por amor a la Humanidad sino por una falta muy concreta de dinero y morfi.

El egoísmo del pequeño burgués es una enorme fuerza que necesita una guía. Esta guía puede ser el proletariado si tiene una dirección política decidida y audaz. Trotsky dice que la pequeña burguesía es incapaz de una ideología propia, y por lo tanto de una política propia. Sólo puede seguir al proletariado o al gran capital. Pero esto no significa que no exista. Todo lo contrario: la pequeña burguesía juega un rol fundamental para inclinar la balanza en momentos decisivos.

La izquierda tiene un trabajo de educación muy importante por hacer: es necesario abrir los ojos de la clase media respecto de su realidad material y de lo poco que puede esperar del orden existente, para que en el momento del estallido vea bien a su enemigo y elija bien a su aliado. Bajar a lo concreto y hacer olvidar las ilusiones. Promover un desengaño lúcido (no catastrofista) acerca de las mentiras del sistema.

Por otra parte hay que hacerle notar que el desprecio por los pobres no hace más que socavar su propia base de sustentación. El gran capital que le pone la corbata también le pondrá la soga al cuello cuando haga falta. Mientras le hace creer que "pertenece", le baja el salario, le roba los ahorros, la posterga indefinidamente. La alianza entre el gran capital y las clases medias se rompe en Argentina ante cada ciclo de crisis y se renueva sobre bases más débiles y desventajosas. Otra vez veamos la crisis del corralito: la clase media estaba sola, los piqueteros y los pobres de conurbano no se decicidieron desde el vamos a movilizarse, justamente porque veían el corralito como un problema de la clase media, que jamás les tendió la mano. La estúpida política de creerse "superior" a los pobres en una economía condenada a la periferia es suicida.

Las compensaciones que recibe la clase media a cambio de su fidelidad al gran capital son cada vez más exiguas. Es notable ver cómo la palabra "privado" todavía recubre de una pátina de prestigio ilusorio lo que en realidad son servicios berretas, educación basura (la clase media envia a sus hijos a "colegios privados" de cuarta montados de apuro por el capital aventurero), bancos que cobran comisiones absurdas y turbias, precios altos y calidad deficiente.

VII) Finale presto (Las asambleas... ¿se acuerda señora?)

Ya dijimos que la volubilidad del pequeño burgués hace muy variable su ideología política. Experimenta una gran capacidad de entusiasmo y desengaño. Esto quedó demostrado con las asambleas, en las cuales se pasó desde un atisbo de solidaridad con los trabajadores que ocupaban fábricas... a aguerridos reclamos para que baje el precio del cable, para finalizar disueltas luego de haber organizado un par de festivales. Pero por muy patéticas y grotescas que hayan podido parecer (y de hecho lo fueron) las asambleas muestran que la pequeña burguesía busca desesperadamente un liderazgo en los momentos de crisis.

Así que ojo con quién se lo da: hay que empezar a trabajar sobre eso. Ahora.